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Así se cumplía la palabra que había dicho: «De los que me diste, no perdí ninguno(A)». 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote(B), y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús le dijo a Pedro: «Mete la espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no he de beberla(C)?».

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